Al penetrar en su interior lo primero que atrae la
atención es una gran pila de piedra de una sola pieza, que está
en el ángulo enfrente de la puerta; casi igual (ya mutilada) que
se conserva en Montearagón. Es la pila bautisma, que mos hizo saber
que este templo era a la vez parroquia del pequeño pueblo de Foces,
junto al primitivo castillo de Foces.
Desde el siglo IX en que el bautismo solenme dejó
de ser exclusivo de los obispos, como lo había sido desde los tiempos
apostólicos, bautizando ya los sacerdotes encargados de la cura
de almas, fue preciso que todos los templos parroquiales tuvieran
pilas bautismales, aún en los pueblos de corto vecindario, según
el mandato del Pontífice S. León IV -unusquisque habeat fontes
lapideos- y como aún se administraba el baufismo de inmersión,
de aquí que tuvieran que ser de tan grande receptáculo.
Nos ocuparnos ya del interior de este suntuoso templo:
es ojival su bóveda, de severa sencillez, desprovista de nervaciones
y descansando en arcos ojivales que arrancan de unos canecillos
que en la parte inferior van entrando hasta confundirse en el muro.
Toda la ornamentación se guarda para el crucero, donde desapareciendo
ya la cúpula de las construcciones románicas la vienen a sustituir
el cruce de arcos y nervaduras, descansando en gruesas columnas
que en haz suben en los cuatro ángulos centrales, adornadas con
capiteles románicos del más fino follaje, para esparcirse en nervios
por la bóveda, cual ramas de corpulentos álamos que quieren cubrir
con sus hojas aquella sagrada mansión, solitario descanso de los
intrépidos caballeros sanjuanistas y de los restos de los Foces.
Pero donde se desenvuelve el ojival con toda su gallardía
es en las tres capillas en que termina el templo. De éstas, en la
central, que es de mayor anchura y elevación que las dos restantes,
en su base las columnas son también románicas, con delgados fustes
y pequeños capiteles recubiertos de follaje, con finas cornisas
de media caña, de la que arrancan los arquitos de igual talla que
coronan las ventanas ojivales, uniéndose en su centro los ocho arcos
iluminados por la luz que penetra por el rosetón y que se va difuminando
por unos círculos que hay en el delgado lienzo de cada arcada. Las
capillas laterales son remedo de la capilla mayor o central, sin
más diferencia que su menor anchura y elevación. Penétrase en ellas
por arcos ojivales que descansan sobre bonitos capiteles, en los
que se observa la fusión del románico con el ojival, yendo hermanadas
las gruesas columnas del yacente estilo con los de delgado fuste
naciente.
En los dos lados de los muros del crucero y en los
dos de a lo largo del templo hay amplios arcos ojivales, cuyos huecos
fueron destinados para proteger sepulcros de grandes dimensiones;
sólo se conservan estos sepulcros en los dos lados del crucero,
que descansan en el firme el zócalo adornado de columnitas. Los
dos sepulcros del lado de la epístola guardan los restos de los
fundadores, siendo el más próximo a la capilla el de D. Atho de
Foces, del que hablaremos después. El otro contiguo es el de su
padre D. Eximino de Foces. Los otros dos sepulcros que aparecen
en el muro del lado del evangelio no se sabe a quienes pertenecen.
Estos sepulcros estaban tan abandonados que sus cubiertas
podían quitarse o removerse con la mayor facilidad, quedando abiertos
y por tanto expuestos a la profanación los restos humanos que encierran.
Este descuido debía datar de muy antiguo, puesto que Aynsa, en su
"Historia de Huesca", hablando de la traslación furtiva de
los Santos Justo y Pastor desde el monasterio de S. Úrbez (Nocito)
a Huesca (página 238), dice que llegados los bandoleros Liñares
(que eran los que robaron estos santos cuerpos) a San Miguel de
Foces... que está a dos leguas de Huesca, en el camino de la villa
de Casbas, pusieron los santos cuerpos secretamente en dicha iglesia
en una de las tumbas de piedra que en aquel templo hallaron
del cual salieron con determinación de dejarlos allí; pero volviendo
a sacarlos de allí, los llevaron secretamente a Huesca, etc..."
Cuando en 1905 visitó este templo don Gabriel Llabrés y vió el abandono
de dichos sepulcros, mandó y costeó en nombre de la Comisión de
Monumentos, que se cerraran en la forma que hoy existen.
Desentona grandemente el tosco retablo que hay en
el altar Mayor, retablo del más pésimo gusto barroco; en su cuerpo
central está colgada la imagen que estaba en el primitivo. Pertenece
tan notable efigie al siglo XIl; representa a la Santísima Virgen
sentada, bendiciendo con la mano derecha, mientras que la izquierda
la descansa en el hombro izquierdo de su Santísimo Hijo, que lo
tiene sentado en el regazo, que a su vez bendice también al modo
griego con la diestra, teniendo en la izquierda la bola del mundo.
Los paños de estas dos figuras conservan la rigidez de la época,
aunque se ve ya más estudio en la naturalidad de los pliegues.
Pero lo más notable que encierra Foces, son las pinturas
murales que ornamentan los huecos de los dos sepulcros de los fundadores
y que se conservan en excelente estado. Son indudablemente de principios
del siglo XIV y el insigne oscense D. Valentín Carderera, pintor
de S.M., aún alcanzó a ver todo el crucero pintado con pasajes de
la Virgen, pintura que oculta el blanqueado, dejando entrever en
algunos sitios que aún se conservan estas pinturas. Tal vez un día
desaparezca este blanqueado que hoy las cubre y aparezcan con toda
su brillantez, pues más de una vez he observado que forma la cal
un cuerpo aislado de la pintura, y que está cascarillándose dicha
cal.
La pintura del sepulcro de D. Atho representa a Jesús
crucificado, con la Virgen y San Juan a los lados esto en el cuerpo
alto; debajo se extiende una bonita orla bizantina y en el centro
una cartela con la inscripción que dejamos dicha antes; debajo,
los ángeles en actitud de volar, conduciendo un alma al cielo: en
el intradós del arco completan la decoración dos ángeles y dos santos.
La decoración del segundo sepulcro consiste en Jesús
crucificado también, ocupando el centro, y a los lados los apóstoles;
otra franja bizantina separa este cuadro del superior que ocupa
el tímpano, donde se representa al Salvador sentado en un trono:
en el intradós, en la parte alta, hay ángeles, y debajo, San Francisco
a un lado y Santa Catalina; y al otro lado, Santa Margarita y San
Juan Bautista.
Según la tradición, la capilla lateral del lado de
la epístola estuvo dedicada a San Miguel Arcángel; hace poco se
conservaba un cuadro del Santo, pero el abandono se ha paseado por
este templo, nido y guarida de las aves de rapiña, que salían y
entraban por los rosetones que estaban sin vidrieras.
Merced a la iniciativa del distinguido colaborador
de esta revista, D. Ricardo del Arco, expuesta en la prensa de Huesca
y secundada por el diputado a Corrtes por el distrito D. Miguel
Moya, por el Ayuntamiento de Ibieca y por la Comisión provincial
de Monumentos, se consiguió del Estado una subvención para atender
a las reparaciones más urgentes en este templo.
El expediente incoado por La Comisión de Monumentos,
para que esta iglesia fuera declarada monumento nacional (para lo
cual le sobran méritos), se halló en el ministerio de Instrucción
pública.
Tal es el panteón de familia que los Foces tenían
custodiado por los caballeros de la ínclita Orden de San Juan de
Jerusalén.
Ermita
de San Miguel de Foces (recientemente restaurada)
Ayuntamiento de Ibieca
- Teléfono/Fax: 974-26 02 90
- E-Mail: aytoibieca@terra.es
para información y visitas guiadas.
A Ibieca y sus gentes;
a todos aquellos que aportaron su esfuerzo para la restauración de San
Miguel de Foces
"In
Memoriam" de D. Benito Cardeñosa Lera, inagotable motor impulsor
de la promoción cultural y turística de Ibieca y su ermita de San Miguel
de Foces (Huesca).