La realidad
Mariana es algo que fácilmente se puede comprobar a lo largo y ancho de
la geografía de La Hoya. Su figura inunda su historia e impregna a esta
tierra y a sus gentes penetrándola hasta los ámbitos más recónditos y
se refleja en múltiples manifestaciones de carácter público.
María toma el apellido de los nombres de
los pueblos de la Comarca en número notable: Agüero, Belsué, Concilio,
entre
otros. Conserva incluso nombres de antiguos poblados ya desaparecidos,
borrados por pestes, que fueron asumidos territorialmente por pueblos
vecinos, pero que permanece su imagen en ermitas reconstruidas y mil veces
remendadas; generalmente iglesias parroquiales ya extinguidas: Anaro,
Bascués, Bureta, Cillas, Foces, Ordás, Marcuello, Mueras, Sescún, Violada,
etc. Como abundantes son las advocaciones que hacen relación a nuestros
montes, campos o términos rurales, donde según la tradición fueron
encontradas o aparecidas sus imágenes: Corona, Cueva, Garganta, Huerta,
Mallo, Monte, Peña, Río, Sierra, etc. Pero también es venerada bajo las
advocaciones relacionadas con los frutos de la Naturaleza: Jara, Jarea,
Olivar, Viñedo, Vid, Gabardola y algunas más.
Por último, recordar títulos o nombres evocadores
y gratos a todas las gentes de estas tierras: Nieves, Ángeles, Gloria,
Morena, Consuelo, Auxiliadora, Esperanza o Clemencia, a cuyo amparo se
acoge el máximo organismo provincial.
Los orígenes de su culto tenemos que dejarlos
envueltos en sombras muy, muy lejanas, supervivientes algunas de antiguos
cultos paganos cristianizados posteriormente; centros de atracción en
la época visigótica; supervivientes de la invasión árabe, entronizadas
tras la Reconquista; perdurables en el tiempo y en el corazón de las gentes
de La Hoya.
Mitos, leyendas, pero sobre todo unos emplazamientos,
una ubicación de sus templos, sobre pueyos, cimas, o bien divisorias de
aguas, que no es más que una distribución equitativa del poder divino
entre los pueblos de La Hoya de Huesca.
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