Si
un amigo, al regreso de sus vacaciones, os narra emocionantes encuentros
con caballeros de rancio abolengo, estancias en viejas posadas de piedra
y paseos por calles
estrechas y empinadas, no lo toméis por enajenado. Si además, os comenta
las excelencias paisajísticas de un valle (el de Zuriza), podéis asegurar
que ha visitado Ansó.
El condicionante de ser la población
con mayor índice de precipitaciones de la Comunidad Aragonesa, incide
en la construcción de viviendas con paredes de piedra. Esta circunstancia
y las balconadas de madera, adornadas con típicas y circulares chimeneas
que preservan del frío durante el largo invierno ansotano, imprimen un
sello especial a este lugar. Los habitantes de Ansó, al igual que sus
vecinos de Hecho, han conservado orgullosamente todas estas costumbres
de la vida tradicional, que podremos, admirar si visitamos el Museo Etnológico
Parroquial de la robusta iglesia de San Pedro.
San Pedro es una construcción de principios
del siglo XVI, de un estilo gótico tardío muy visible en su arquitectura.
Un notable retablo barroco preside el altar mayor.
En el crucero, podemos contemplar los altares de San Sebastián, San Miguel
y la Virgen del Rosario. Un bonito atrio sirve de antesala al recio pórtico
plateresco. En el coro encontraremos el órgano, que llegó despiezado desde
Francia, país dónde se fabricó en el siglo XVIII.
En la cuenca superior del río Veral
y custodiado por la silueta de la Peña Ezcaurri y la sierra del Alano,
encontraremos las amplias praderas de La Cleta, antesala del Valle de
Zuriza, inundadas de vigorosos verdes en época estival y con el blanco
hiriente de las nieves de invierno dificultando los accesos a estos espléndidos
parajes cercanos al refugio de Tacheras. Este lugar es punto de partida
de los esforzados excursionistas empeñados en llegar a las cimas del Achar,
Estriviella, Tortiella, Alano, Espelunga o Ralla; cuando no, para elevarse
por los caminos contrapuestos que llegan al collado de Quimboa y, posteriormente,
a las cumbres del Pinaré y Petraficha, para culminar en los puertos fronterizos.
Parajes, todos de belleza sin par, desde donde podremos admirar como empequeñecido
en el marco que le rodea, todo el inmenso valle. Un lugar emblemático
es La Mesa de los Tres Reyes, punto donde coinciden Francia, Navarra y
Aragón. Lugar especialmente escogido para retener en el recuerdo de tan
acertada visita.
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