Quienes
se aventuren por los caminos de Aragón, siguiendo las huellas que el Románico
dejó en sus tierras, tendrán ante sí un recorrido largo y fructífero.
La aparición del Románico, hace casi un milenio, coincidió
con el nacimiento y posterior desarrollo del Reino de Aragón, cuya vigencia
se hará latente a lo largo de tres siglos. Las características de esta
arquitectura -gruesos muros de sillares cubiertos con bóveda de cañón
o de arista-, fueron difundidas por las fundaciones benedictinas y mediante
la consolidación del Camino de Santiago, fueron reproduciéndose de la
misma manera y fielmente, por toda Europa. Ningún orden artístico había
tenido semejante expansión desde la época del Bajo Imperio Romano.
Al norte del Valle del Ebro, entre
las cumbres del Pirineo y en las tierras bajas de los Somontanos, se edificaron
innumerables iglesias, ermitas y monasterios. Y, así es que, en la jacetania,
en las Cinco Villas, en Ribagorza y alrededores, no hay ciudad o aldea
que no conserve los muros -o, por lo menos, la memoria- de algún antiguo
templo románico. Una vez sobrepasado Biescas, en dirección Sur, nos dirigimos
a Sabiñanigo. Allí, el primer desvío a mano izquierda nos permitirá visitar
dos iglesias que forman parte del conjunto románico conocido como la "Ruta
del Serrablo". Son la iglesia de Orós (siglo Xl) y la de Oliván
(siglo X).
Si continuamos por el mismo camino,
podremos admirar la iglesia románica de San Andrés, anclada en el término
de Sorripas. Y aún, antes de llegar a Sabiñanigo, nos espera el antiguo
y reformado Castillo de Larrés. actual Museo de Dibujo gracias al esfuerzo
del colectivo Amigos del Serrablo. Parece ser (a partir de la documentación
existent), que la ciudad formó parte de la vía romana que, a través del
eje del Gállego, comunicaba con las termas de Panticosa. La influencia
que la villa mantuvo durante la Edad Media fue menguando hasta convertirse
en una modesta población falta de recursos. Sin embargo, la llegada del
ferrocarril de Cafranc propició la instalación de nuevas empresas industriales,
especialmente del sector electroquímico, que la consolidaron como uno
de los principales centros de producción de la zona, en sana competencia
con Monzón. La actual población edificada carece de legado monumental
y sólo se conservan resquicios de la ciudad vieja: la parroquia de San
Hipólito y la Casa del Concejo (ambas del siglo XVIII) y el Museo de Artes
Populares.
En la parte superior de Sabiñanigo,
en la nueva carretera de circunvalación, se inicia la vía que con más
facilidad, nos permitirá llegar al resto de los templos románicos del
Serrablo. Desde aquí, y con un detallado mapa de la región, nos podremos
detener en las iglesias de Osán, Yebra de Basa, OrÚs, Sardas,
Latas, Satué, Javierre y, especialmente, la hermosa cartuja de San Pedro
de Larrede (siglo X). Será una monumental excursión que culminará, brillantemente,
nuestro paseo por Sabiñanigo.
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