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      Viniendo del Norte y en dirección al Balneario y a Panticosa, el viajero seguirá su ruta hasta dar con un cruce que le llevará en pocos minutos a Escarrilla. Culebreando a la par de la carretera, sus antiguos edificios conviven con modernas construcciones que dan servicio al turismo. Dejado el pueblo por el norte y después de cruzar el túnel al que da nombre el pueblo, el viajero se dará de bruces con otro pantano. En este caso es el de Lanuza que anegó las tierras del pueblo del mismo nombre. El caserío, en la orilla opuesta, ha sido recientemente devuelto a sus antiguos propietarios y éstos, con paciencia monacal, lo están recuperando del expolio y la desidia administrativa como segunda residencia. Una estructura metálica llamará su atención. Es el escenario donde los meses estivales se celebra uno de los festivales de música étnica más afamados de Europa, el festival Pirineos Sur. Asociado a este festival, multitud de actividades llenan de vida y cultura los pueblos del valle los meses de Julio y Agosto.
       Al fondo, destaca el quebrado perfil de la peña Foratata. Calizas paleozoicas para unos, para otros es el cadáver petrificado de una bella princesa requerida en amores por el tirano dios Balaitús a cuyos pies reposa el pueblo de Sallent. Glosado con entusiasmo por el erudito local Fray Benito Marrón en el siglo XVIII,  Vista del embalse de Lanuza, Sallent y Peña Foratata. Al fondo, el Pico Arriel de él nos dice que Sallent «dio a la luz del Mundo diez Mitrados, nueve Justicias de Aragón, siete Virreyes, muchos Doctores, Cathedráticos y Canónigos; varios Diputados del Reino de Aragón, muy sobresalientes Gefes Militares y veinte y cinco escritores». Todavía el pueblo conserva parte de ese antiguo esplendor. Formado por cinco barrios, en sus calles, dominadas por la iglesia, se conservan impresionantes portaladas con los consabidos escudos. Tampoco faltan los símbolos solares o los motivos florales que tra-taban de atraer la fertilidad a unos habitantes cuya principal herramienta de trabajo eran las manos, suyas y las de su progenie. Ni escasean las torres fortificadas, construidas para hacer frente a las turbulencias de los siglos XVI y XVII. En una de ellas, uno de estos notables de los que nos habla Fray Benito, se hizo fuerte para repeler una invasión bearnesa en el siglo XVI. La iglesia, de un gótico tardío, conserva algunos detalles de su primitiva fábrica románica, como el crismón que nos sale al paso nada más entrar en el pequeño atrio. De una sola nave, se cubre con una preciosa bóveda nervada. Merece la pena detenerse en la capilla del rosario, en el lado de la epístola, en la que se conserva una inscripción gótica anterior al resto de la fábrica y capiteles primorosamente tallados con motivos mitológicos (centauros, sirenas, un sátiro con los órganos genitales mutilados) y animalisticos (aves y conejos).
       Volviendo a la carretera, el viajero subirá hacia las amplias praderas sobre las que se asienta la estación y urbanización de Formigal. A su izquierda, el «Fabar de ro Pazino», extraordinario hayedo que guarda en su interior una de las joyas botánicas pirenaicas, la Cypripedium calceolus, extraño nombre para una de las más bellas orquídeas europeas. Desde la urbanización de Formigal, centro de ocio y actividades invernales y estivales, verá parte de sus 53 pistas y sus 56 kilómetros esquiables. La nieve, antaño maldición y hoy bendición, da vida a un buen número de habitantes del valle. Verá edificios de nueva planta, hoteles y edificios de servicios, entre los que destaca, anacrónica y trasladada de su emplazamiento original, la iglesia románica de Basarán. Quizá el viajero medite sobre algo que escuchó, no sabe dónde, y que venía a decir que, un edificio, para que fuera sagrado y cumpliera la misión para la que se creó, debía de reunir cinco premisas fundamentales: Una orientación, unas proporciones, unos materiales constructivos, un culto y sobre todo un emplazamiento adecuado. Si el viajero continúa su periplo, llegará hasta la frontera del Portalet, único paso natural, usado desde siempre por las comunidades humanas que penetraban en estas tierras. A él llegaba uno de los ramales del Camino de las estrellas, como lo prueba la existencia de un hospital de peregrinos recientemente descubierto. Desde allí, le sorprenderá la silueta del Midi d'Ossau, viejo volcán apagado que le hablará de épocas geológicas pasadas.

Texto y fotos de José Miguel Navarro en "Viajar por Aragón". Heraldo de Aragón. nº 4. Julio 2001.



Embalse de Lanuza helado

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