Para
hacer este itinerario, deberemos de volver a Escarrilla, para coger un
desvío que entre prados, lo llevará a Sandiniés. En este pueblo,
uno de los que menos han sufrido la presión turística, la fuente le anunciará
que, desde 1854, su agua «es buena por la gracia de Dios». Prosiguiendo
su camino, a tiro de piedra, encontrará Tramacastilla. Aquí, aparte de
admirar portaladas y su iglesia, originalmente románica y recrecida en
el siglo XVI, es inevitable oir hablar de la epidemia de posesión demoníaca
que azotó el pueblo en el siglo XVII y que hizo movilizarse a la mismísima
Inquisición. 200 mujeres de todo el valle fueron exorcizadas en su iglesia
y el gran inculpado, Pedro de Arruebo, junto con dos compinches, acabaron
remando en las galeras reales. El solar natal de este hombre, la pardina
de Lartosa, reposa hoy en el fondo del pantano de Búbal.
Desde Tramacastilla, merece la pena
dejar el vehículo para acercarse, andando pausadamente, a Piedrafita a
través del «Fabar de ro Betato», magnifico hayedo cuyo topónimo (Betato
= Prohibido), nos
habla de viejas creencias en seres sobrenaturales. En Piedrafita, si no
ha tenido un afortunado encuentro con algún animal de los que pueblan
el valle, tendrá próximamente la oportunidad de admirar alguno de los
ejemplares más sobresalientes de la fauna pirenaica, de los que hay (sarrios,
ciervos, marmotas...) y de los que hubo en épocas pasadas (lobos, osos,
linces e incluso bisontes).
De vuelta en Tramacastilla, el viajero
podrá coger un tren turístico que lo subirá hasta los Ibones de Escarra,
zona de esquí de fondo en inviemo y de paseo en época estival. Quizá,
en uno de estos paseos, tope con uno de los numerosos dólmenes, túmulos
o círculos de piedras que nos hablan de los primeros pobladores de la
bal. El último pueblo que visitará el viajero es Búbal. Obligados a marchar
sus antiguos habitantes, actualmente pertenece al Ministerio de Educación,
Cultura y Deporte. Aquí, se lleva a cabo una interesante experiencia pedagógica
donde, alumnos de toda España, vienen a conocer, aprender y respetar las
costumbres y el medioarnbiente del Pirineo. Lugar restaurado con exquisito
cuidado, en él, podrá visitar, previa petición, uno de los mejores museos
dedicados a la brujería europea, además de un pequeño museo etnológico.
Cuando el viajero, ahora de bajada, deje atrás el desfiladero de Santa
Elena, tendrá la sensación de que ha visto mucho, pero que le falta mucho
por ver. Así se lo recordarán esos picachos que lo rodean y a los que
no ha subido, o la pequeña flor que verá al lado de la carretera y de
la que ignorará su nombre, o ese pájaro que planea aprovechando las térmicas
y del que siente envidia porque disfruta de una vista del valle que él
nunca conseguirá tener. Y concluirá sus cavilaciones pensando que tiene
que volver, al menos una vez cada estación, porque la Bal de Tena, el
valle de Tena, es diferente en cada época del año.
Texto
y fotos de José Miguel Navarro en "Viajar por Aragón". Heraldo de Aragón.
nº 4. Julio 2001.
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